José Luis Ferretti
Presidente AAOMM 1992/93

 

Mi designación al frente de una sociedad como la AAOMM significó un verdadero desafío a mis escasas aptitudes para desarrollar tareas de gestión de corte ejecutivo. Esto explica, seguramente, que mi desempeño como Presidente haya reflejado en general un perfil de actuación relativamente bajo. Tal vez los resultados podrían haber sido un poco mejores, si se hubiera concretado un cierto apoyo logístico convenido con una importante Fundación porteña; pero esa iniciativa quedó frustrada en ocasión de completarse electoralmente la integración de mi Comisión Directiva en la Asamblea Ordinaria ad-hoc correspondiente a la Reunión Anual efectuada en Bahía Blanca en 1991. 

Esto no impidió, sin embargo, que las Reuniones Anuales de la AAOMM efectuadas durante mi período presidencial mantuvieran el respetable nivel científico que las caracterizó desde su fundación. Mi principal preocupación durante ese lapso fue asegurar, en el Programa de cada Reunión, la participación efectiva de todos los grupos de trabajo del País que entonces producían novedades atractivas y publicables en el ámbito de la especialidad, no sólo en forma de comunicaciones libres, sino también como conferencias y mesas de discusión organizadas por invitación. 
Por suerte, contábamos ya con un apreciable número de investigadores que podíamos interesar a la Audiencia efectuando presentaciones de resultados de estudios experimentales y clínicos, o de opiniones o tomas de posición originales y actuales, con amplias posibilidades de discusión constructiva. Era la época en que los estudios estructuralistas óseos, comandados por la histomorfometría, la tomografía y la biomecánica, comenzaban a ganar terreno sobre las hipótesis que proponían un control metabólico de la estructura y la eficiencia de los huesos como órganos de sostén, y a producir evidencias concretas a favor de nuevas teorías atractivas para explicar la constitución, las propiedades y las funciones de los esqueletos óseos.
Las dos Reuniones Científicas Anuales que presidí, efectuadas en 1992 en Buenos Aires y en 1993 en Rosario, reflejaron perfectamente ese ámbito general de actividades y su correlativo espíritu ecléctico, con numerosas presentaciones de todo tipo, que actualizaron los contenidos y la interpretación de prácticamente cada aspecto de la polifacética Osteología; del abigarrado esquema endocrino-metabólico que comprende el control de equilibrio mineral del medio interno; de los componentes moleculares de los mecanismos involucrados en todos los efectores responsables de las manifestaciones de tipo estímulo-respuesta en intestino, riñón, huesos y músculos, y de los complejos criterios diagnósticos y fármaco-terapéuticos en boga para la atención clínica de las osteopatías metabólicas y de la urolitiasis.
Nada de esto señaló diferencias significativas con el accionar de la AAOMM en otros períodos, más allá de la lógica adecuación temporal a la evolución de los cambiantes paradigmas en boga para explicar las mismas cuestiones de diferentes formas. Sin embargo, durante mi período presidencial tuvo lugar una instancia institucional muy particular, ajena al devenir científico, que vino a constituir un acontecimiento único hasta hoy en la historia de la Institución, y cuya importancia y ulterior trascendencia ameritan, a mi juicio, un comentario aparte.
A poco de iniciada mi gestión, surgió en Buenos Aires la iniciativa de constituir una Sociedad Argentina de Osteoporosis (SAO), encabezada por algunos miembros de la AAOMM y por colegas de otras especialidades cuyas incumbencias podían comprender a la osteoporosis. Este acontecimiento provocó en otros miembros de la AAOMM una reacción frontalmente opuesta a tal actitud. Esto quedó claramente reflejado en la reunión abierta que se efectuó para constituir la nueva sociedad, en la que participamos algunos miembros de la nuestra que la apoyaban (entre los cuales me contaba yo) y otros que la rechazaban. El argumento opositor se fundaba en la aparente superposición temática entre las osteopatías metabólicas, objetivo primordial de la AAOMM, y las osteoporosis, pese a que la nueva sociedad intentaba reunir a un grupo heterogéneo de profesionales, muchos de ellos especialistas en disciplinas ajenas a la Osteología.

La coherencia de la posición opuesta a la constitución de la SAO fue suficientemente robusta como para que sus impulsores solicitaran reglamentariamente la realización de una Asamblea Extraordinaria de la AAOMM con el exclusivo objetivo del tratamiento de esa moción.

Accediendo a esa solicitud formal, convoqué a la correspondiente Asamblea, que tuvo lugar en Rosario el 17 de octubre de 1992. El espíritu general de la discusión, por encima del ambiente dominante de la actitud opositora al nacimiento centrífugo de la nueva sociedad, fue de tono conciliador. Se reconoció ampliamente que era necesario atemperar lo que entonces se refirió como el resultado de mutuas actitudes previas de tipo excluyente entre miembros de distintos grupos dentro de la AAOMM. Quedó claro, además, que, aun sin dejar de objetar con los argumentos referidos a quienes promovían la constitución de la SAO, no correspondía, ni ética ni jurídicamente, que una sociedad como la nuestra se opusiera a una iniciativa profesional ajena constitucionalmente válida. Y se reconoció, asimismo, que el crecimiento de la AAOMM desde su fundación había sido más lento que el esperable, planteándose la cuestión de hasta qué punto ese detalle negativo habría influido en la decisión de constituir una sociedad aparte.

El espíritu general de estas interesantes deliberaciones quedó fielmente plasmado en el Acta de la Reunión, impecablemente confeccionada por el Secretario, Dr. Julio Ariel Sánchez, y en la carta que finalmente se redactó, invitando a todos los miembros a la reflexión. Estos documentos constituyen, a mi juicio, ejemplos excelentes de manifestaciones autocríticas maduras, que a todos nos parecieron necesarias y convenientes en esos momentos.

Esa actitud contrastó con la manifestada más tarde por la misma AAOMM, en ocasión de constituirse, en 1998, otra nueva asociación profesional afín: la Sociedad Argentina de Densitometría (SAD), también a instancias de algunos miembros de nuestra sociedad, y cuya Acta Fundacional también firmé, convencido siempre de la conveniencia de apoyar, antes que entorpecer, el libre crecimiento de las iniciativas científicas de todo tipo. Obviamente, para esta otra nueva sociedad hubieran cabido objeciones análogas a las que inspiraron antes la oposición a la SAO; sin embargo, en esta instancia no tuvo lugar ninguna manifestación en contrario, ni sesión de discusión al respecto.
La SAO terminó constituyéndose oficialmente en 1992, a pesar de la actitud opositora de nuestra sociedad, con el apoyo inicial o ulterior de varios miembros de la AAOMM (incluyéndome a mí mismo, que llegué a ser su Vice-Presidente), y con un poder de convocatoria independiente, que aun conserva, al punto que no faltaron intentos informales de anexión de nuestra parte en tiempos recientes. La SAD, en cambio, terminó por desintegrarse, luego de efectuar su última Reunión en conjunto con la nuestra en el año 2001.

No parece claro, a partir únicamente de esta historia, si la AAOMM asimiló o no la experiencia correspondiente. Sin embargo, salta a la vista que su accionar viene mostrando cada vez mejor una encomiable solidez científica, y una creciente madurez institucional, tales que los que la dirigimos hace años vamos quedando, afortunadamente, más y más atrás frente a los nuevos conductores. Aunque como futurólogo soy un desastre, personalmente pienso que la AAOMM debe haber aprendido mucho desde su nacimiento, y que el devenir le muestra a nuestra Sociedad un horizonte brillante, al margen de este tipo de dificultades, que entiendo afectan, poco más o menos, a la mayoría de las instituciones científico-académicas, tanto en nuestro País como detrás de los mares.

Esta opinión está fundada, al menos, en dos argumentos que estimo importantes: uno, que a todos nos consta que los dirigentes jóvenes de la AAOMM están mostrando, en general, progresivamente mayor ecuanimidad y apertura científica que los más viejos; y otro, que, tal vez al revés de lo que le pasa a la mayoría de la gente, el paso de los años incrementa mi optimismo. 

Dr. José Luis Ferretti